Del libro "Enfermar y Sanar. Horizontes médicos en el s.XXI" sección del capítulo 4: La enfermedad en un mundo complejo.
1. La enfermedad compleja
Sin
duda, simplificar lo complejo es harto difícil, por cuanto la mayor parte de
las veces lo reducimos a algo sin ánima, difícil de entender. Sólo la gran literatura
es capaz de transportar a un nivel perceptible la extensión y profundidad de la
complejidad. Sin embargo, voy a arriesgarme y hacer sólo una aproximación
esquemática para centrar algunos temas concretos que me han parecido de interés
en relación al tema que interesa en este texto. Empezaré con una aproximación a
la salud como sistema inestable para luego definir las funciones y
disfunciones. Más adelante comentaré la importancia de las redes y pasaré a
definir los sistemas orgánicos y semi-orgánicos. Por ende, entraré en el tema
de la causalidad con una valoración de las formas del enfermar y, para
finalizar, trataré el tema de los atractores. De esta manera nos habremos
aproximado a una definición de enfermedad compleja lo más perfilada posible.
La salud como sistema inestable
Un
sistema inestable es aquel que precisa de un flujo de entrada de energía
constante para mantenerse en equilibrio un tiempo. De este modo el sistema
entra en relación con su entorno, interactuando con él pero no indefinidamente.
En consecuencia, quedan concretados cuatro protagonistas: la energía de
entrada, el sistema, el entorno y la interacción entre el sistema y el entorno.
Y todo ello manido por el tiempo. Vayamos por partes:
1. La energía de entrada: No se puede
mantener un estado de salud correcto sin una entrada adecuada de nutrientes
básicos. Proteínas, carbohidratos y grasas constituyen el grueso de estas
necesidades, seguido de numerosos oligoelementos y vitaminas. A nadie se le
escapa que el hambre, la hambruna y la desnutrición, tanto a nivel individual
como colectivo, constituyen una de las mayores dificultades todavía hoy para
gran parte de la población mundial. Tampoco a nadie se le escapa que la entrada
de energía debe ser constante, diaria.
2. El sistema: Disponemos de un cuerpo
psico-físico, constituido por la misma materia que nos rodea, nuestro medio, la
tierra, y en definitiva la materia del Universo. Hay que señalar dos
propiedades de ella que tienen especial interés. Una es la asimetría, originada
al inicio del Big Bang, y la otra la irreversibilidad de los procesos que sobre
ella tienen lugar. Todo esto hace que tenga la capacidad de organizarse y
aumentar simultáneamente su complejidad intrínseca. De estas dos condiciones
nació la capacidad del Universo para generar vida, lo cual quiere decir que aparecen
en él estructuras que presentan nuevas capacidades allí donde no las había; es
decir, la suma de diversas partes genera un algo
que es mayor que la suma aritmética de las mismas. Asímismo, la materia, tanto
la inerte como la viva, presenta soluciones que aparecen semejantes frente a
condicionamientos parecidos en sus distintas dimesiones. Son los fractales. En
la anatomía humana esta repetitividad se observa en el sistema digestivo, el
respiratorio y el vascular, entre otros.
3. El entorno: El individuo está inmerso en
su entorno de forma inseparable, igual que el pez en el agua. Es una relación
tan íntima que los procesos que influyen en uno influyen en el otro. Las propiedades básicas de la materia
también constituyen el fundamento del entorno, y sobre ellas se elevan funciones
añadidas que el proceso evolutivo desarrolla incrementando su complejidad. Este
aumento abre posibilidades para que se desarrollen nuevos locus de diversidad. Y estos, a su vez, darán lugar a otro
incremento de complejidad de todo el sistema impulsándolo hacia adelante, hacia
otras nuevas soluciones, como si hubiese una tensión interna hacia formas más
ricas y también más diversas. Sin embargo, este proceso no aparece como una
línea suave, sino disruptiva. Tanto las estructuras internas como el medio
externo evolucionan en procesos que acumulan tensión interna, una tensión que
puntualmente eclosiona hacia formas de equilibrio diferentes. Es como si diera
pequeños saltos. De equilibrio en equilibrio. Como los trapecistas, de una cuerda
a otra.
4. La interfase entre sistema interno y entorno: Existe un punto de fricción entre el sistema y su entorno. En esta
interfase juegan mecanismos muy sofisticados que requieren de un gran aporte de
energía, cuya finalidad es mantener las diferencias entre ambos lados. Si esta
membrana de interfase se diluye, todo el sistema cae por lisis hacia el entorno
en un equilibrio más estable. Es el problema de los grandes quemados, cuando
superado un porcentaje de superficie quemada el mantenimiento de la vida no es
posible.
El tiempo: Mide, desde dentro del sistema,
el devenir de los fenómenos. Es el mismo devenir[1].
No se sitúa fuera como un tic-tac absoluto para todos. El tiempo cronológico,
el que es medible (la edad del paciente), y el biológico, que es en cierto
sentido su estado de oxidación, son dos aspectos distintos de una misma
realidad. Otro aspecto es su irreversibilidad. No podemos retroceder en el
tiempo y hacer que los accidentes no ocurran, porque de hecho lo que medimos
son los accidentes, el desarrollo de la materia. En definitiva, es una idea tan
útil que una de las primeras preguntas que le planteamos a los pacientes es:
¿cuánto tiempo hace que le duele?
En conclusión, y siguiendo el modelo de los
sistemas disipativos de Prigogine[2],
la salud es un sistema inestable, disipativo, que precisa para mantenerse de
una entrada constante de energía, que depende del entorno y de la relación de
interfase con el mismo. La desaparición de la energía de entrada lleva al
sistema a su disipación, lisándose la interfase y desapareciendo el sistema
diluido en el entorno, en un equilibrio más estable como es la muerte.
Funciones, disfunciones y
retroalimentación
Si se
dispone de una red de elementos interconectados entre sí y se introduce una
fuente energética que los estimule se generarán fenómenos con nuevas
propiedades capaces de reorganizar el sistema hacia un nivel mayor de
complejidad. Se podrán formar detritus energéticos, que a su vez pueden
conformarse como fuente energética para otros sistemas, o como tóxico del
propio. Una disfunción aparece cuando la función emergente es nociva para su
propia red, cuando se generan detritus o morralla con capacidad para deteriorar
la propia red, otro sistema adyacente o al entorno.
En cuanto a la retroalimentación, es como un
bucle de efectos correlativos entre varios elementos, de tal manera que al
aumentar el primero se activa el segundo, el cual actúa de nuevo sobre el
primero disminuyéndolo. A este tipo de retroalimentación se la llama negativa,
porque al efectuarse el bucle el resultado final es un freno de la acción
inicial. Cuando hay un bucle donde al incrementarse el primer elemento éste
actúa sobre un segundo que repercute sobre el primero aumentándolo, entonces
estamos hablando de un proceso de retroalimentación positiva.
Los sistemas de equilibrio inestable precisan
de retroalimentaciones negativas para mantenerse. Cuando lo que se pone en
marcha es una retroalimentación positiva, el sistema se desestabiliza y cae.
Pongamos ejemplos. En el control de la glucosa en sangre, cuando ésta sube se
segrega más insulina, que la hace bajar. Es una retroalimentación negativa. En
la ansiedad aumenta la frecuencia respiratoria, que por sí misma aumenta la
ansiedad. Es una retroalimentación positiva. Al final, la ansiedad así
incrementada desencadena una crisis con efectos globales sobre todo el sistema.
En conclusión, las funciones deben sustentarse sobre bucles de
retroalimentación negativa, mientras que las disfunciones lo hacen sobre
retroalimentaciones positivas.
¿Qué es pues lo que religa las funciones, lo que hace posible la auto-organización en
complejas estructuras y comportamientos modulados por interacciones de agentes
de niveles de organización menor? Como señala S. Turner, [3] probablemente la homeostasis es el
fenómeno que se encuentra detrás de toda esta arquitectura de funciones,
organizaciones y comportamientos. Ya se ha mencionado en el capítulo primero: la
homeostasis es entendida como la regulación dinámica de un desequilibrio,
sustentada por la aplicación de flujos de materia y/o energía hacia el entorno.
La homeostasis es, en definitiva, un fenómeno de flujos que da lugar a un
gradiente termodinámico mediante trabajo metabólico. Los agentes homeostáticos
se hacen presentes en todo sistema auto organizado, coordinado con integridad y
diseño (diferentes niveles de orden). También se encuentra en la integración de
las células en los tejidos, de éstos en los órganos, de los órganos en los
organismos y de estos últimos en los superorganismos.
Funciones emergentes: La aparición de una
nueva capacidad en un nivel superior de organización no existente en el nivel
inmediato inferior es una función emergente. Y en fisiología existe una
gradación de propiedades emergentes según los niveles organizativos. Las
estructuras vivas, que se llaman estructuras abiertas porque precisan de un
aporte energético continuo e intercambian de manera constante su materia con el
entorno, generan funciones nuevas a medida que aumenta la complejidad de sus
asociaciones. Así, una ciudad es un elemento vivo, una sociedad es un elemento
vivo, y la misma Tierra, llamada Gea, también lo es[4].
A cada nivel le corresponde la emergencia de una serie de funciones. En la
Tabla 3.1 se exponen algunas a partir de la combinación del carbono, el
hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno (CHON). Estos elementos básicos, al reaccionar entre sí, producen formas
químicas complejas y diversas, los principios activos, los cuales se organizan
en moléculas con capacidad replicativa, éstas en órganos celulares que pueden
controlar el medio, y después en células que ya disponen de funciones
sensoriales y reproductoras. Luego vendrán los sistemas que incluyen funciones
dinámicas, después los individuos con capacidad congnitiva, los grupos sociales
con sustratos simbólicos, las ciudades con la identidad y solidaridad como base,
las sociedades con el advenimiento de la justicia y la misma Gaia. En cada paso
aparecen funciones nuevas que van desde la diversidad, el mundo de las formas,
los sistemas replicativos, el control del medio interno, el sistema
reproductivo, funciones dinámicas y cognitivas, emociones o sentido de
identidad, hasta la justicia y los derechos humanos.
Tabla 3.1: Funciones
emergentes
Nivel
|
Función
|
|
10-6
|
CHON
|
Reacción
química. Diversidad
|
10-5
|
PRINCIPIOS
ACTIVOS
|
El
mundo de las formas
|
10-4
|
MOLÉCULAS
|
Sistema
replicativo
|
10-3
|
ORGANOS
CELULARES
|
Control
medio interno
|
10-2
|
CÉLULA
|
Funciones
sensoriales. Sistema
reproductivo
|
10
|
APARATO/SISTEMA
|
Funciones
dinámicas
|
1
|
INDIVIDUO
|
Funciones
cognitivas
|
10-1
|
GRUPO
|
Sentimientos
|
10-2
|
PUEBLO/CIUDAD
|
Identidad,
solidaridad
|
10-3
|
SOCIEDAD
|
Justicia.
Derechos humanos
|
10-4
|
GAIA
|
El
planeta vivo
|
Redes
Cuentan
que una vez le preguntaron a una niña qué era la complejidad, a lo cual ella
respondió:
—¡La
complejidad es una cosa compleja que trata sobre la complejidad!
Pues bien: las redes complejas son redes que
han evolucionado y siguen evolucionando de forma compleja aumentando sus grados
de complejidad. Como dice Ricard Solé, todo son redes, las neuronas, los
ecosistemas, la información, el genoma, evidentemente Internet…, y todas son
complejas[5].
Cuando una red madura, cuando se han
establecido lazos fuertes entre todos los elementos, se fija en un estado
nuevo. Este nuevo estado de la materia es materia más compleja, nueva, y con
dificultad dejará de existir aunque siga siendo frágil. Pongamos un ejemplo.
Las ciudades. Desde que nacieron en Ur hace 3.000 años no han dejado de crecer
y multiplicarse, y se han extendido por todo el mundo, hasta el punto que en
zonas donde no hay nada de repente nace una, incluso saltándose las etapas que
al principio eran necesarias: agrupación de viviendas, luego pueblo, villa,
etc. Ricard Solé, en su texto sobre redes complejas, concluye que desentrañar
la arquitectura de las redes complejas no sólo permitirá trazar nuevos mapas de
la realidad, sino que además facilitará un conocimiento mejor y más responsable
sobre este mundo único y frágil en el que vivimos[6].
En los años cincuenta del pasado siglo, Juan
Rof Carballo, uno de los más eminentes intelectuales médicos españoles, desarrolló
ya ideas próximas al concepto de red[7].
J. Rof, que en sus inicios profesionales se formó en el ámbito de la anatomía
patológica, derivó hacia la medicina interna para posteriormente ser pionero en
la medicina psicosomática. Su obra es vastísima, y entre ella destaca el
concepto de urdimbre afectiva. La urdimbre es la red sobre la que el hombre
crece afectivamente y se estabiliza. Es una red que abarca desde la relación
persona-persona (madre/hijo) hasta la relación persona-sociedad. El hombre nace
frágil, con un cuerpo quebradizo inmerso en una cultura y sociedad también frágiles
y, sin embargo, lo bastante estables como para facilitar el desarrollo de todos
sus sistemas. Ello es posible gracias a la plasticidad y adaptabilidad que
confieren a los sistemas los múltiples enlaces débiles y complejos entre los
elementos, y a todos los niveles, fractalmente, desde el molecular hasta el
social[8].
Sistemas orgánicos y semi-orgánicos
En lo
orgánico, el todo es más que la suma de las partes y las partes contienen la
información del todo.
En lo inorgánico, las partes no contienen la
información del todo. El hombre fabrica máquinas compuestas por partes
diferentes, con funciones diferentes que ejecutan un todo con funciones
emergentes. Son los sistemas semi-orgánicos, un ejemplo de los cuales es el
ordenador en el que estoy escribiendo, compuesto por elementos muy diferentes,
además de una parte soft, basada en
un idioma binario inventado de forma independiente. Desde cualquiera de sus
partes, el teclado, el disco duro, no se puede reconstruir todo el ordenador.
Sin embargo, las células de un ratón de laboratorio, cada una de ellas,
contienen la información encriptada suficiente para reconstruir de nuevo el
organismo. Valga como ejemplo la oveja Dolly.
Un hospital es un sistema semi-orgánico, donde
la suma de las distintas partes,
servicios y departamentos interrelacionados entre sí permite un
conocimiento de orden superior que posibilita una asistencia de más alto rango
de complejidad para afrontar con mayores garantías los problemas de salud
complejos. La coordinación del cuerpo facultativo con el gerencial y los
estamentos estructurales permite llegar al nivel de efectividad y eficacia
preciso para el buen desarrollo de la medicina bio-tecnológica.
La organización médica actual se estructura en
tres niveles. El primero es la medicina general, la de familia y comunitaria,
la más próxima al ciudadano. El segundo es el del especialista con capacidad de
intervención en patologías complejas que afectan a un sistema o función
determinada. Y, finalmente, el tercer nivel es aquel que tiene capacidad de
actuación sobre una disfunción que ha tenido la potencia de desestabilizar
varios sistemas y ha producido una situación de crisis global. La medicina
alopática se organiza, pues, en un sistema multinivel. Ello permite una visión
global sobre el individuo, la familia y la comunidad en el primer nivel, una
intervención sobre sistemas disfuncionantes en el intermedio y una actuación
hospitalaria en situaciones de disfunción multisistémica, general o global en
el tercero. En consecuencia, se puede decir que la medicina occidental es un
sistema orgánico dado que en su práctica se genera una organización de elevada
complejidad en la que las partes contienen en potencia la totalidad de la
información. Desde cualquiera de sus niveles se puede reproducir el sistema.
La fisiología y la fisiopatología son la base
de cualquier conocimiento médico. En la medicina bio-tecnológica los principios
moleculares constituyen las piezas clave que sustentan todo el edificio médico
y permiten el desarrollo de la práctica en cada uno de los niveles mencionados.
Los principios fisiológicos son los mismos en cada nivel. La complejidad la aporta
el nivel, no un cambio en los principios. Esto constituye una ley general. La
materia se expresa de igual manera desde su nivel más bajo al más alto
imaginado. No cambia. Por eso, desde cualquier nivel se tiene acceso a la
materia básica y se puede actuar de forma fiable sobre ella. Es más, en los
sistemas orgánicos actuar sobre la materia básica en cualquier nivel hace que
la acción tenga repercusiones a lo largo de la red compleja.
[1] Ilya Prigogine es el físico del siglo
XX que más ha estudiado el tiempo. Para él, el tiempo es el gran innovador. Ver
C. V. Barloewen y Gala Naoumova: El libro
de los saberes. Círculo de Lectores. Barcelona, 2008. Pág. 420.
[3] Turner,
S: «Homeostasis,
complexity, and the problem of biological design». Explorations
in Complexity Thinking. Ed. Richardson K.A., Cilliers P. Isce Publishing,
2007.
[5] Solé, R. Redes complejas. Del genoma a Internet. Tusquets Editores. Barcelona,
2009.
[6] Solé, R. Op. cit. Pág. 222.
[8] Csermely, P. Weak Links. Stabiliziers of
Complex Systems from Proteins to Social Networks. Ed.
Springer. Berlín, 2006.
En el blog siguiente hay más información: http://enfermarysanar.blogspot.com.es
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