lunes, 25 de marzo de 2019

La mala circulación: un meme patógeno


PSICOSOMÁTICA Y PSIQUIATRÍA
7 / AÑO 2018
OCTUBRE • NOVIEMBRE • DICIEMBRE


Editorial invitada

LA MALA CIRCULACIÓN: UN MEME PATÓGENO
POOR CIRCULATION: A PATHOGENIC MEME


Enrique Oller
Angiólogo y Cirujano Vascular. Hospital Universitario Dexeus Consejo Asesor

Enrique Oller Ariño es especialista en Angiología y Cirugía Vascular, miembro del equipo fundador de Cuadernos de Medicina Conductual y Sexología (1984) y autor del libro: Enfermar y sanar. Horizontes médicos en el siglo XXI (2015).

ISSN 2565-0564 Psicosom. psiquiatr. 2018;7:6-8


Al sentarse cualquier persona delante de un galeno aporta un conjunto extraordinariamente complejo de estructura biológica y de variadas emociones, así como un ingente acervo de información cultural. Una información que en los años de la niñez le ayudó, sin duda, a enderezar a la mis- ma biología, tanto como a sus emociones. La información transmitida de padres a hijos, en la escuela y luego en la vida social, facilita el andamiaje para que el individuo se sienta integrado en un sistema de valores y referencias en el que desarrollar su proyecto vital. Sin información, el individuo carece de posibilidades. El cerebro, entre otras funciones, se engrana y relaciona con el medio, lo interpreta y lo introduce en las estructuras más profundas. La información recibida y ‘transformada’ permite que éste se exprese funcionalmente.

¿CÓMO ES ESA INFORMACIÓN?

Existen diferentes teorías, siendo la de Dawkins (1) la más aceptada, no sin críticas consistentes. Dawkins definió el meme, a semejanza del gen, como una unidad discreta de información, en este caso cultural, que tiene la capacidad de transmitirse y reproducirse durante largos periodos de tiempo sin perder su signi cado básico. El meme se transmitiría como los genes de manera vertical atravesando generaciones, pero, además, también horizontalmente a través del contacto entre innumerables individuos.

Allá por lo años setenta del pasado siglo, cuando empezaba mi trayectoria en la especialidad de Angiología y Cirugía Vascular, me encontré con una generación de pacientes, mayoritariamente del sexo femenino, que referían un padecimiento que apodaban “mala circulación”, algo que en mis libros no existía. Llamaba la atención que el abanico de edad de las pacientes abarcaba desde las más jóvenes hasta las más mayores. Muchas de ellas, tan solo entrar en la consulta, exclamaban con firmeza: –”Doctor, yo tengo mala circulación”. Han pasado cuarenta años y la situación sigue siendo la misma: siguen entrando con la misma aseveración en los labios como expresión de una profunda creencia. Descartados los pacientes a los que se les puede diagnosticar una clara patología vascular, arterial, venosa o linfática, queda un pull importante sin un diagnóstico claro, tanto entonces como ahora. Nos encontramos frente a una amplia variedad de síntomas que van desde cambios en la coloración y la temperatura principalmente de las extremidades, a sensaciones erráticas difíciles de concretar, pero que todos describen como mala circulación.


¿QUÉ ES, PUES, LA MALA CIRCULACIÓN?

Esta idea reúne todas las interpretaciones de diferentes incomodidades que se producen sin que haya necesariamente una patología subyacente. Constituyen una sufrida apreciación de las variaciones que manifiesta nuestra biología, rearmando la idea de que hay mala circulación. En un inicio, esta idea, como otras muchas, tuvo la capacidad de penetrar hasta los estratos más profundos, convirtiéndose en ese momento en una creencia, algo que quedó como parte del individuo. El inconveniente es que algunas creencias tienen el potencial de alterar a la persona al desencadenar un circulo vicioso de retroalimentación positiva (cuanto más noto que me sonrojo, más me sonrojo), origen primordial de las nosologías. De este vínculo entre creencia y alteración ya habló Ortega y Gasset (2) cuando centró la atención en que alterarse es, desde su terminología, un no vivir desde “sí mismo” sino desde “lo otro”, en nuestro caso vivir desde la mala circulación que se convierte en un eje vital, como podrían ser también el estrés o la depresión. Establecida la vinculación entre la idea, la creencia y la alteración, en general, el enfermar pasa a ser parte de la vida (3).

Como aclaró Kleinman (4), las enfermedades tienen una naturaleza poliédrica que en el idioma inglés queda bien dfinida por disease, illness y sikness. Por un lado, la enfermedad se muestra en su dimensión psico-orgánica –disease–, por otro en su componente subjetivo –illness–, y finalmente en su esfera socio cultural –sikness–. De esta manera se podría definir la mala circulación no tanto como una enfermedad –disease– sino como una illness–sikness con sus múltiples variaciones sintomáticas en el contexto socio cultural donde nos movemos. La extensa variedad de la expresión sintomática con la que se muestran las enfermedades en su vertiente de sikness es lo que Jesús Mosterín (5), en su texto “La cultura Humana” –donde analiza en profundidad las diferencias y semejanzas entre los genes y los memes–, llama variabilidad fenotípica.


¿PERO, POR DÓNDE SE CUELA “LA ENFERMEDAD SOCIAL O CULTURAL” EN NUESTRO SER?,¿CÓMO ALTERAN LOS MEMES LAS ESTRUCTURAS MOLECULARES?

El “exocerebro” descrito por Roger Bartra (6) puede ser la respuesta. El cerebro está en íntima relación con las vísceras y los músculos. El sistema nervioso es un conjunto amplio que abarca todo el ser biológico, pero que a su vez depende de la interconexión con el “exterior” para completar su pro- ceso madurativo. Es el acervo cultural, lingüístico y simbólico el que permite madurar al sistema nervioso central y por ende a todo el ser. La parte cultural queda impresa en los circuitos neuronales y, en consecuencia, el mundo simbólico se transmite transformado en impulsos nerviosos al resto del organismo. Es por aquí por donde se cuela el estrés, la depresión y, sin duda, la mala circulación. Por aquí llegan los símbolos a transmutarse en alteraciones moleculares que se manifiestan en disfunciones varias.
Transcurridos estos cuarenta años, ahora me es más fácil percibir a qué nos enfrentamos: no a un batiburrillo sintomático sin sentido, sino a un meme patógeno que hace sufrir a los pacientes. Las medidas médicas a aplicar no pasarán por medicaciones varias después de infinitas pruebas, sino por una intervención fuera del ámbito estricto de la medicina.

La mala circulación puede ser considerada como un meme patógeno que refleja un malestar presente en la colectividad. Como tal tiene muy buena salud, se transmite eficaz y velozmente al tiempo que traspasa generaciones.

Algo habrá que hacer.


BIBLIOGRAFÍA


Dawkins R. El gen egoísta. Ed. Salvat Barcelona, 2000
Ortega y Gasset J. OC (ed. 1961) vol. VII pags 79-98: Ensimismamiento y alteración
Rovaletti ML. Le enfermedad como formalidad de la vida. Del ensimisma- miento a la alteración. Rev. Latinoam. Psicopat. Fund., V,3, 109-123.
Kleiman A. The Illness Narratives. Ed B Books. USA, 1988.
Mosterín J. La cultura humana. Ed Espasa Calpe. España 2009.
Bartra R. Antropología del cerebro. Ed. Pre-Textos, Valencia 2006.